
De repente ese aparato negro pequeño en la cocina recobró
esa importancia, casi vital, que obtiene en los partidos de la selección. Era
un sueco hablando en un español chancado
sobre cartografías de las estructuras del poder e imágenes mordaces de la
resistencia, la rebelión y la derrota del individuo. Todos nos quedamos
paralizados. Estaban hablando de ese escritor tan reclamado, pero ya casi
descartado, para la mayor condecoración que puede recibir un literato vivo.
Entonces empezó la alegría: sonrisas, elogios, etc.

Vargas Llosa tal vez se había ganado la antipatía de una
gran parte de la población peruana. Esto debido a su pasado político. Perdedor
de la contienda electoral contra Alberto Fujimori, don Mario fue un acérrimo
opositor de la dictadura de la década de los noventas, a tal punto de pedir
drásticas sanciones contra el país. Hay quien diría que fue un regalo del cielo
que Vargas Llosa perdiera está contienda. Tal vez se hubiera privado al mundo
de grandiosas novelas como Lituma en los Andes (ganadora del
Premio Planeta en 1993) y La fiesta del chivo (una de mis
favoritas personales).
Diez de diciembre del año dos mil diez. Luego de esta
primera algarabía, no solo local, pues la noticia fue aclamada de igual o mayor
manera por los españoles, nos trasladamos hasta Estocolmo. Se espera ya desde hace dos meses la
premiación del Nobel de Literatura. Y no sólo por la ceremonia y el famoso
banquete, sino también por la expectativa que genera el discurso de don Mario. Y
no es por poco. El discurso de Gabo, el último sudamericano en ganar la
distinción, fue excepcional y entrañable.

Su discurso Elogio de la lectura y la ficción ha
sido emocionante, interesante y muy bien desplegado. Ha hablado de su niñez, de
cómo nació su pasión por la escritura. Ha contado que sus primeros escritos han
sido “continuaciones de las historias que leía” pues le apenaba que se
terminaran o quería enmendarles el final. Ha hablado de los escritores que lo
ayudaron a llegar a donde está ahora. Ha hablado de Faulkner, Cervantes,
Dickens, Balzac, Tolstoi, Sartre, Camus y muchos más.
Ha hablado de su familia. Ha mencionado a su madre, primer
vínculo con la literatura a través de la poesía. Ha hablado de su abuelo y de
su tío que lo celebraron y apoyaron a que se dedique a su pasión, que es la
literatura. Ha hablado de Patricia, la prima de naricita respingada, en un
homenaje que nos ha emocionado a todos. “Mario, para lo único que tu sirves es
para escribir”. Este elogio de su esposa quedará grabado en la memoria
colectiva de por vida.
Ha hablado del Perú. De su cosmopolitismo, de cómo este le
ha ayudado a fortalecer los vínculos con su país, “añadiéndoles una perspectiva
más lúcida y la nostalgia que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y
mantiene reverberando los recuerdos”. Ha dicho que al Perú lo lleva en las
entrañas. Ha hablado de la dictadura y del nacionalismo. Dos cosas que él odia
pero que han estado estrechamente vinculadas a su país.
Finalmente, ha hablado de literatura. Dice que el mundo es
cruel gracias a las consciencias que forma, a los deseos y anhelos que inspira,
al desencanto de lo real con que
volvemos del viaje de una bella fantasía. Esto es porque leer es también protestar
contra las insuficiencias de la vida Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia
de la libertad, pues los fabuladores, al inventar historias, propagan la
insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la
fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana.
Les dejo a continuación el citado discurso completo, tanto si quieren verlo o como si quieren leerlo:
Les dejo a continuación el citado discurso completo, tanto si quieren verlo o como si quieren leerlo:
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