lunes, 10 de febrero de 2014

Honores a un maestro

Siete de octubre del año dos mil diez. Recién levantándome para ir a estudiar. Veo el televisor prendido, como era la costumbre matutina, sin que nadie le diera mayor atención. Cada miembro de la familia abocado en su parte del ritual de preparación del día a día. Pero era un día especial. Muy pocos sabían que ese día se anunciaría al nuevo ganador del Premio Nobel de Literatura. Era así porque el paso de los años había debilitado la ilusión, ya casi por completo, de ver a algún compatriota alzarse con este honorable distintivo. Valgan las verdades, Mario Vargas Llosa fue siempre nuestra única opción.

De repente ese aparato negro pequeño en la cocina recobró esa importancia, casi vital, que obtiene en los partidos de la selección. Era un sueco hablando en un español chancado sobre cartografías de las estructuras del poder e imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo. Todos nos quedamos paralizados. Estaban hablando de ese escritor tan reclamado, pero ya casi descartado, para la mayor condecoración que puede recibir un literato vivo. Entonces empezó la alegría: sonrisas, elogios, etc. 

Estoy seguro que varios hogares recibieron con el mismo agrado la interrupción al monótono ritual mañanero. Comenzaron a llover en la tele entrevistas telefónicas, recuentos de la vida del escritor y más elogios. Y es que el autor de La casa verde, La ciudad y los perros, La guerra del fin del mundo y la grandiosa Conversaciones en la catedral se merecía este galardón. Con su poderosa e inconfundible narrativa, plagada de escenarios magníficamente descritos y personajes entrañables, Vargas Llosa se hizo un nombre en el vasto mundo de la literatura.

Vargas Llosa tal vez se había ganado la antipatía de una gran parte de la población peruana. Esto debido a su pasado político. Perdedor de la contienda electoral contra Alberto Fujimori, don Mario fue un acérrimo opositor de la dictadura de la década de los noventas, a tal punto de pedir drásticas sanciones contra el país. Hay quien diría que fue un regalo del cielo que Vargas Llosa perdiera está contienda. Tal vez se hubiera privado al mundo de grandiosas novelas como Lituma en los Andes (ganadora del Premio Planeta en 1993) y La fiesta del chivo (una de mis favoritas personales). 

Diez de diciembre del año dos mil diez. Luego de esta primera algarabía, no solo local, pues la noticia fue aclamada de igual o mayor manera por los españoles, nos trasladamos hasta Estocolmo.  Se espera ya desde hace dos meses la premiación del Nobel de Literatura. Y no sólo por la ceremonia y el famoso banquete, sino también por la expectativa que genera el discurso de don Mario. Y no es por poco. El discurso de Gabo, el último sudamericano en ganar la distinción, fue excepcional y entrañable.

Y vamos a la premiación. Es presentado por el profesor Pert Wasberg. Lo describe  como “ciudadano del mundo”, “poeta épico”, “historiador”, entre otras cosas. Luego de eso, Wasberg ensalzó la obra del escritor, como se acostumbra. Dijo que abarca la rebelión contra el autoritarismo, la búsqueda de la justicia, de la que ha dicho que abarca la rebelión contra el autoritarismo, la búsqueda de la justicia o los fanatismos
y que supone una oda contra los nacionalismos y los intolerantes. Después de estas ciertas palabras fue galardonado el rey Carlos Gustavo de Suecia.


Su discurso Elogio de la lectura y la ficción ha sido emocionante, interesante y muy bien desplegado. Ha hablado de su niñez, de cómo nació su pasión por la escritura. Ha contado que sus primeros escritos han sido “continuaciones de las historias que leía” pues le apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Ha hablado de los escritores que lo ayudaron a llegar a donde está ahora. Ha hablado de Faulkner, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Sartre, Camus y muchos más.

Ha hablado de su familia. Ha mencionado a su madre, primer vínculo con la literatura a través de la poesía. Ha hablado de su abuelo y de su tío que lo celebraron y apoyaron a que se dedique a su pasión, que es la literatura. Ha hablado de Patricia, la prima de naricita respingada, en un homenaje que nos ha emocionado a todos. “Mario, para lo único que tu sirves es para escribir”. Este elogio de su esposa quedará grabado en la memoria colectiva de por vida.

Ha hablado del Perú. De su cosmopolitismo, de cómo este le ha ayudado a fortalecer los vínculos con su país, “añadiéndoles una perspectiva más lúcida y la nostalgia que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos”. Ha dicho que al Perú lo lleva en las entrañas. Ha hablado de la dictadura y del nacionalismo. Dos cosas que él odia pero que han estado estrechamente vinculadas a su país.

Finalmente, ha hablado de literatura. Dice que el mundo es cruel gracias a las consciencias que forma, a los deseos y anhelos que inspira, al desencanto de  lo real con que volvemos del viaje de una bella fantasía. Esto es porque leer es también protestar contra las insuficiencias de la vida Sin las ficciones  seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad, pues los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. 

Les dejo a continuación el citado discurso completo, tanto si quieren verlo o como si quieren leerlo:


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